me dijo ella, sonriendo, sin maldad alguna.
Yo la miré y le devolví la misma sonrisa. Me contuve, pero me dieron unas ganas terribles de responderle que ella era mucho más viciosa que yo.
Me amaba, se que me amaba profundamente, y no he conocido vicio más peligroso y adictivo que eso que algunos llaman amor.