Me daba repulsión mirarlo, todo lo que había dicho en nuestra última conversación era basura, lleno de ego, de gloria auto otorgada, de Aires de grandeza intelectualmente fundamentados pero al final tan desequilibrado.
No se cual de sus dos frases terminaron por hundirle, o si habría sido la suma de las dos, pero aun podía escucharlas perforar mi conciencia, mi confianza, pero sobre todo mi admiración.
Seguimos en contacto pero no era igual, dijo algo, lo ignoré y me tomó de la mano, me sujeto tan fuerte que trate de safarme sin éxito, así que con mi mano derecha sujete su pene y mientras le decía suéltame, el dijo no, tenemos que hablar; pero no había nada en sus palabras que me hiciera cambiar de opinión.
Él no me soltaba, ni yo a él, y mientras seguíamos batallando lo sentí crecer entre mi mano...
Odiaba esto más que nunca, la tensión sexual estaba ahí, creciendo e inundando el ambiente entre él y yo, en su pene creciendo en mi mano y en mi humedeciéndome sin poderlo evitar.
Me jaló hacia sí, tomó mi cuello y por la fuerza me besó... yo le respondí, había enojo, rabia, coraje, impotencia, deseo sexual, impulso animal, supervivencia, desafío... Soltó mi mano y me jaló más hacia él, tomandome por la espalda, mientras que con su otra mano desabrochó mi blusa, y yo me resistía pero hacía lo propio con su ropa, tomó mi seno entre sus manos y lo apretó hasta provocar que mis pezones se erguieran y entonces los chupó con tanta urgencia, con la fuerza y ansia de no dejar que las cosas se terminen.
Desabroché su por obvias razones ajustado pantalón y lo dejé liberarse. Comencé a masturbarlo lentamente mientras él seguía con sus juegos, así que lo hice cada vez más y más rápido, con mayor intensidad, hasta que no pudimos más y bajó mis pantalones.
Metió un dedo dentro de mi y al sentir que estaba muy lubricada hizo un gruñido casi animal y así sin ninguna palabra introdujo un dedo dentro de mi y lo empezó a deslizar una y otra vez mientras yo me perdía en sus labios y en su piel.
Comenzó despacio y sonrió, con una de esas sonrisas maquiavélicas que te hacen saber que hay más de lo que puedes ver pero no te develan el futuro. Despacio despacio y en circulo sobre mi clítoris, recorriendo mis labios húmedos hasta el fondo de mi, deslizándose sin oposición. Sí mi cuerpo me traicionaba y se rendía a sus caricias.
Entonces mordió mi cuello e incorporó un dedo más y mas fuerza, gemí, gemí de placer y de odio, de coraje por no poder o querer detenerlo, por desear que continuara y así fue, seguimos y seguimos sin detenernos a pensar o hablar, me hizo llegar una y otra vez mientras disfrutaba con su cara de te dije que ibamos a hablar Al fin llegamos juntos, me vestí y sin una palabra me fui.