¡Cojámos!, así de explícito, así de vulgar.
En la cama mientras nuestros cuerpos se rozan, se desean tocar; la lujuria nos invade, nos incitamos a amar. Juguemos entre las colchas; yo soy la espina y tú una bella rosa. Envenenaré tus besos con mi cuerpo, nos encenderemos como fuego e incendiaremos nuestros más profundos sueños.
En la cama mientras nuestros cuerpos se rozan, se desean tocar; la lujuria nos invade, nos incitamos a amar. Juguemos entre las colchas; yo soy la espina y tú una bella rosa. Envenenaré tus besos con mi cuerpo, nos encenderemos como fuego e incendiaremos nuestros más profundos sueños.
Sujetaré tu cintura y te pondré de cabeza, tocarás el infierno y yo rozaré los cielos, navegaré por tu cuello y cantarás tus más ocultos deseos...
Pero, ¡espera un momento!
Ahora, cojámos en el suelo.
Destilemos nuestros sentimientos, como niños pequeños. Todo empezó como un juego y terminó en orgasmos internos; sin permiso te arrancaré el calzón, y entre los laberintos de tus piernas, te besaré el corazón.
Guillermo J. Martínez