Porque he estado soñando con tus labios y tu sonrisa traviesa, tus dulces besos; soñando con tus pechos asomándose descarados por el escote de tu vestido azul, provocandome a sentirlos palpitar en mis labios y probar su sabor en mi boca; he estado soñando con tus nalgas ¡Dios, cómo me gustan! Y aún, después de tanto tiempo, siento su forma y firmeza en las palmas de mi manos...
¡Quiero seguir soñando, poseyéndote en mis sueños!
Soñar con labios que han dejado atrás la timidez y besos que se beben sin pudor; soñar con manos que buscan y se encuentran en cada palmo de nuestros cuerpos; dedos que acarician, que aprietan, rasgan... Quiero seguir soñando con el calor y la humedad de tu interior, con la sed que solo calma tu fuego; soñar con la violencia sin control del acto de amor.
Quiero aturdirme con el jadeo, bañarme en el sudor, buscar lo que ven las miradas perdidas, sentir el límite y experimentar la explosión de placer llenándote y cubriéndome.
Sonríes...
Y yo ya no quiero despertar.