23 de junio de 2012

Sábana adentro


Siendo uno de los últimos equipos en la competencia de la escuela, sólo quedaba una prueba... hacer la hilera de ropa más larga. Suéteres y chamarras, zapatos y tenis, calcetines, gorras, playeras y... ¿blusas? Si, mucha ropa propia y prestada se colocó en la plataforma del patio, atravesó el estacionamiento pero pocos se desprendieron de su ropa como Ella. ¡Y por su puesto que no me quise quedar atrás! Poco a poco me fui despojando de cuanto llevaba puesto hasta que sólo una sábana prestada fue lo único que me cubrió.

Entonces, Ella colocó el clavo del ataúd de nuestros contrincantes; se sacó, como haciendo un truco de magia, el brassiere por debajo de un jumper que también le habían prestado... Y eso fue lo último que pudo soportar mi cordura. Como si mi piel fuera la raposa tela de mezclilla, podía imaginar la calidez y suavidad de su piel rozándose contra la mía, envolviéndola; imaginar la dura unión de las costuras calentándose en la entrada de su intimidad como si fuera la punta de mi pene. La fría tela acariciando su espalda y marcando sus suaves nalgas.

Sus pechos firmes apretados en el peto del jumper y en contacto directo ahora que ya no llevaba puesto el sujetador. Sus pezones, endureciéndose cada vez más por la extraña sensación que le producía el roce de las fibras...

¡Qué suerte que llevaba una túnica amplia! Porque la erección para ese momento ya era evidente. Fuimos anunciados como el equipo ganador y cada quien fue tomando lo suyo. Yo recolecté mis prendas de dónde las había y con la ropa bajo el brazo busqué un lugar donde vestirme. Pero, al entrar al hall del edificio más alejado, me quedé de una pieza. Ella también se detuvo, sin saber exactamente que hacer; si terminar de quitarse el overol o ponerse la prenda que tenía más cerca. Nos quedamos así por un rato que pareció eterno y entonces me acerqué a Ella, la tomé de la mano y me sonrió...

¿Hay lugar en esa sábana? Y yo abrí mis brazos para recibirla.

14 de junio de 2012

No me despiertes

Porque he estado soñando con tus labios y tu sonrisa traviesa, tus dulces besos; soñando con tus pechos asomándose descarados por el escote de tu vestido azul, provocandome a sentirlos palpitar en mis labios y probar su sabor en mi boca; he estado soñando con tus nalgas ¡Dios, cómo me gustan! Y aún, después de tanto tiempo, siento su forma y firmeza en las palmas de mi manos...

¡Quiero seguir soñando, poseyéndote en mis sueños!

Soñar con labios que han dejado atrás la timidez y besos que se beben sin pudor; soñar con manos que buscan y se encuentran en cada palmo de nuestros cuerpos; dedos que acarician, que aprietan, rasgan... Quiero seguir soñando con el calor y la humedad de tu interior, con la sed que solo calma tu fuego; soñar con la violencia sin control del acto de amor.

Quiero aturdirme con el jadeo, bañarme en el sudor, buscar lo que ven las miradas perdidas, sentir el límite y experimentar la explosión de placer llenándote y cubriéndome.

Sonríes...
Y yo ya no quiero despertar.