21 de octubre de 2016

En el cine

Ella tenía algo de tiempo antes de entrar a su experiencia y ver una película nos acomodaba a los dos.

Quemamos un pitillo mientras esperábamos que se acercara la hora de proyección y, entre plática inocente y calada al veneno, yo me imaginaba saborear la nicotina de su boca. Palomitas, un hotdog y un par de refrescos después, encontramos nuestros lugares casi al fondo de la sala. Las luces se apagaron, los murmullos se silenciaron y la función comenzó. Y, mientras Tom Hanks despertaba en un hospital en Roma, un bocadillo insistía en llamar mi atención.

¿Qué tengo?

Crucé la distancia que separaba mi cuerpo del suyo y tomé entre mis dedos la palomita traviesa. No tan traviesa considerando que a diferencia suya, que se había limitado a quedar suspendida sobre sus pechos, yo había acariciado el borde de su escote con la punta de mis dedos. Me dio una mirada de falso reproche y sonrió resignada.

A penas volteó, volví a pasar mi mano sobre sus pechos. 

¿Otra palomita?
No

Como si necesitara una excusa tomé un par de la bolsa y los coloqué en su escote. 

¿Y, ahora? 
Ahora...

Me incliné y tome el bocadillo con mi boca, tragándolo y continuando con besos a sus pechos que subían de intensidad conforme la escuchaba respirar con dificultad.

Tomó mi mano, cerró los ojos y abrió sus piernas.

Su cuerpo se tensó conforme mis dedos se hundían en ella, se aferró a mi brazo y me dejó hacer mientras reprimía sus gemidos.

Sigue

Mas profundo, más rápido.

Pateó un par de veces el asiento de enfrente y, ante la posibilidad de ser escuchada, mordió mi mano. Su orgasmo fue tan intenso que literalmente se derritió en su asiento y cayó adormecida... hasta el final de la película.