20 de agosto de 2015

Dos mezcales

He estado fantaseando contigo.

En aquella habitación de paredes amablemente verdes, mesas de madera y un antiguo candelabro de araña, aislados del mundo exterior.

Mientras la música acariciaba suavemente nuestros oídos, la sal raspaba las papilas en mi lengua y la bebida ardía en el fondo de mi garganta.

Caminando por la solitaria plaza apenas iluminada por unas cuantas lámparas, al sentir el contacto de tu brazo bajo el mío.

Al resguardo de la oscuridad de los arcos de edificios construidos cientos de años antes, refugiándonos de la brizna y el sereno nocturno.

A la puerta de tu auto. Deseoso de usar la pobre excusa del alcohol para reducir la distancia, y probarte.